Controles periódicos con el médico, exámenes de rutina y un estilo de vida saludable están dentro de las conductas preventivas asociadas a disminuir problemas cardiacos.
Las enfermedades cardiovasculares son una de las principales causas de muerte en Chile y el mundo. De acuerdo con las Estadísticas del año 2020 del Departamento de Estadísticas (DEIS) del Ministerio de Salud, las Enfermedades del Sistema Circulatorio representaron el 23% del total de defunciones. Y aún cuando es una de las tasas más bajas de Latinoamérica y el Caribe, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), significa el fallecimiento de más de 28 mil personas al año. Además, son la tercera causa de Años de Vida Potencialmente Perdidos (AVPP), representando 10,7 años por 1.000 habitantes menores de 80 años.
Por otra parte, estadísticas utilizadas por el Ministerio de Salud estiman que los costos de las condiciones crónicas y sus factores de riesgo, medidos por estudios de costo de enfermedad, van desde el 0.02 a casi el 7% del Producto Interno Bruto (PIB) de un país, siendo el costo de las patologías cardiovasculares entre el 1 y el 3% del PIB. A esto, se agrega el impacto en el costo de la productividad laboral y en los altos costos para las familias, que pueden llegar hasta el 25% de sus ingresos.
“Es indispensable identificar los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares antes que se presenten sus primeros síntomas, de forma oportuna, ya que en estas condiciones son mucho más fáciles de tratar y tienen un mejor pronóstico. Los exámenes para la detección de estas condiciones son claves, aunque aún no existe la conciencia de su importancia”, indica Magdalena Galarce, médica de servicios clínicos y farmacéuticos de Farmacias Ahumada.
Exámenes de sangre, pruebas funcionales y de imágenes son algunos de los tests de detección que pueden realizarse y que, generalmente, están disponibles para la población en general. No obstante, dependerá de cada persona la prueba de detección más adecuada, en base a su riesgo, sexo, edad o antecedentes familiares.
Galarce relata que, en nuestro país, dentro de las enfermedades cardiovasculares más comunes están el infarto al miocardio, el accidente cerebrovascular isquémico, la insuficiencia cardiaca y la insuficiencia vascular, mientras que la arteriosclerosis es la principal responsable de las anteriores. Ésta ocurre cuando las arterias que suministran la sangre al músculo cardíaco se endurecen y se estrechan, producto de la acumulación de colesterol en las paredes de las arterias. “Una de las pruebas más comunes es medir el colesterol en la sangre, el perfil lipídico incluye las lipoproteínas de baja densidad (LDL) o lo que muchos llaman ´el colesterol malo´. Altos niveles de LDL pueden llevar a la acumulación en las arterias”, indica la profesional.
Otro de los exámenes que un médico puede indicar al paciente es el electrocardiograma, una prueba indolora que detecta y registra la actividad eléctrica del corazón; vale decir, muestra qué tan rápido late el corazón y si existe un ritmo constante o irregular. A través de esta prueba de rutina se pueden detectar y estudiar problemas como la insuficiencia cardíaca, las arritmias e isquemias.
También existe la ecocardiografía, que utiliza las ondas de sonido para tomar imágenes del corazón en movimiento. “Éstas muestran el tamaño y la forma del órgano, ayudando a evaluar cómo funcionan las cámaras y válvulas del corazón. Con esta prueba no sólo se pueden detectar enfermedades, sino también se puede evaluar lo grave que son”, detalla Galarce.
Mujeres, las más afectadas
A pesar de que las mujeres tienden a ser más preocupadas de realizarse un chequeo anual, éstas suelen olvidarse de su corazón y no es de extrañar, ya que pocas saben que estas afecciones son la principal causa de muerte para este grupo. De acuerdo al DEIS, en el año 2020 las enfermedades cardiovasculares representaron el 24,5% de fallecimientos en mujeres, seguidas por el cáncer con casi un 23,5%.
Por eso, tener conciencia de evaluarse y detectar tempranamente cualquier anomalía es vital, sobre todo para este segmento. “Los controles deben comenzar a temprana edad e ir variando de frecuencia conforme pasan los años. Las personas con factores de riesgo como sobrepeso, obesidad, diabetes o hipertensión deben hacerlo anualmente, al igual que aquellas que tengan antecedentes familiares”, indica la doctora.
De todas maneras, la prevención siempre será la mejor política sanitaria que podemos seguir. Un estilo de vida saludable -físico, mental y psicológico-, además de evitar el estrés, la obesidad, el tabaquismo y el sedentarismo son importantes formas de cuidar nuestro corazón. Galarce destaca que “el ejercicio realizado de forma regular disminuye la presión arterial, el colesterol LDL y ayuda al control del peso corporal, evitando también la diabetes. Pero ojo con los mitos, porque muchos tienden a pensar que las personas delgadas no tienen riesgo cardiovascular, lo que es falso”.
A pesar de lo grave que pueden ser estas enfermedades, la mayoría de los casos son prevenibles llevando un estilo de vida saludable y la detección temprana de posibles afecciones. “La salud de nuestro corazón está en nuestras manos, depende de nosotros. Con una conducta responsable y disciplinada, podemos prevenir un gran porcentaje de las enfermedades cardiovasculares”, finaliza la profesional.